Nunca había visto los cielos
como una noche, entre pinos,
pernoctando en la montaña,
en campamento, con niños.
Sin luz que nos impidiera
ver un campo florecido
con millones de luciérnagas
pendientes de blancos hilos.
Manto inmenso de un gran palio.
Bóveda de azul marino,
nitidez en las estrellas,
pulcritud en sus caminos.
El espíritu se siente
cautivo y muy sorprendido
con tan grandiosa visión,
de un universo infinito.
Tus pensamientos se pierden,
tus referencias se han ido,
todo es pequeño en la Tierra,
parece estar comprimido.
Pasas la horas mirando,
Morfeo esta noche no vino,
vas visitando en tu mente
la grandeza de este sitio.
Estrellas y más estrellas
contemplas en el camino
de Santiago, cuando miras
con ojos casi dormidos.
Me han secuestrado esta noche,
volando, mis pensamientos,
he abandonado la Tierra,
terrenal ya no me siento.
Mis pies sí pisan el suelo,
pero mi espíritu inquieto
va visitando una a una
las damas del firmamento.
Todas miran, complacidas,
el audaz atrevimiento,
de quien se atreve a añorar
un sitio en el universo.
jueves, 30 de septiembre de 2010
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